Discurso ante el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, jardines de la Casa Blanca

Washington, Estados Unidos

19.03.1985

Señor Presidente:

Deseo empezar mis palabras agradeciendo muy sinceramente la cálida recepción que hace usted al presidente de los argentinos y su comitiva.

Es realmente importante, usted lo ha señalado, que esta entrevista que vamos a realizar se dé precisamente en circunstancias donde una verdadera ola de democratización avanza sobre América Latina. Esa es nuestra esperanza, señor presidente, que los pueblos de América Latina gocen de de las libertades, prerrogativas, del respeto a los derechos esenciales que, desde siempre, goza el pueblo de los Estados Unidos.

Eso fue lo que quisieron, por otra parte, nuestros padres fundadores, los de los Estado Unidos y los de Argentina. Por eso lucharon los hombres que nos dieron la independencia, desde Washington al norte y San Martín en el sur.

Por eso también ha señalado acertadamente, señor presidente, la necesidad de acompañar estos procesos de la democracia con realizaciones tangibles en el campo económico, que le permitan a las democracias nuevas dar respuestas cabales a los requerimientos de las democracias sociales.

Es por eso, que al lado de la esperanza está el temor de América Latina. El temor que nace de comprender que hay expectativas insatisfechas en los pueblos.

Que las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico. Una deuda que en mi país llega a los 50.000 millones de dólares y en América Latina en su conjunto está en alrededor de 400.000 millones de dólares, y esto conspira contra la posibilidad de desarrollo, crecimiento y justicia.

Esta es sin duda, una de las grandes diferencias entre nuestros dos países; nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho que nos iguala.

Pero el hombre, señor presidente, para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre, no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos y prerrogativas individuales, sino que debe tener la posibilidad de vivir una vida decorosa y digna.

Por eso es que en toda América latina estamos dispuestos a gobernar con la austeridad que demanda la hora y hacer los ajustes necesarios para superar los escollos de la economía.

Pero no podemos hacer que los ajustes recaigan sobre los que menos tienen.

Es distinto el problema de los países desarrollados, donde los sectores del trabajo reciben más del 50 por ciento del ingreso nacional; en nuestros países no llegan al 40 por ciento.

Pretender que nuestros pueblos, en esos sectores, realicen un esfuerzo mayor, sin duda alguna es condenarlos a la marginalidad, la extrema pobreza y la miseria.

La consecuencia inmediata sería que los demagogos de siempre buscaran en la fuerza de las armas satisfacciones que la democracia no ha podido dar.

Es por eso, señor presidente, que para mí ha sido muy importante escuchar sus palabras de bienvenida donde manifiesta la comprensión cabal de nuestros problemas.

Estoy persuadido que no puede ser de otra manera. Estoy convencido que Estados Unidos, por otra parte, comprenden que la seguridad del hemisferio está íntimamente vinculada al desarrollo de la democracia en nuestro continente, y es por ello que abrigo las más grandes esperanzas acerca del diálogo que vamos a mantener.

Vamos a hablar del presente y del futuro. Vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos. Vamos a tocar sin duda, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de Centroamérica o Nicaragua.

Estoy convencido que a través del diálogo se podrán encontrar fórmulas de paz, que sobre la base del respeto al principio que hace al derecho consuetudinario americano de la no intervención, nos den la posibilidad de lograr un triunfo en las ideas de la democracia y el pluralismo de la democracia, sin injerencias extra continentales y afirmando desde luego, la libertad del hombre.

Vamos a conversar sobre estos temas, señor presidente, y lo haremos, como dije, dos hombres elegidos por nuestros pueblos, será en definitiva, entonces un diálogo entre ambos pueblos.

Trataremos de llegar a soluciones por ellos, trabajaremos para ellos, y procuraremos construir el futuro que nuestros pueblos se merecen.